En su intervención ante los jóvenes empresarios el presidente Dr. Leónel Fernández planteó que en el país existe una crísis de pensamiento por lo cual no era necesario participar en un debate público con los demás candidatos a la presidencia de la república. Esta afirmación ha sido el detonante para que muchos sectores de opinión consideren que el presidente ha ofendido a la sociedad dominicana al considerarla incapaz de participar en un debate de ideas a la altura de su desarrollo intelectual.
En parte el presidente tiene razón. La sociedad dominicana tiene una gran rémora en su desarrollo intelectual pero este tiene que ver, fundamentalmente, con el limitado desarrollo del sistema educativo nacional que se expresa en que el promedio de escolaridad de los dominicanos no supera los cinco años. Estamos, pues, ante una sociedad subeducada. Las razones de este hecho hay que buscarlas en las deficientes políticas públicas en materia de educación aplicadas a partir de la muerte de Trujillo.
Digo a partir de Trujillo, porque todos sabemos que la tiranía fue exitosa en garantizar una buena educación para los dominicanos. Es sintomático que todavía hoy las viejas generaciones consideren que la educación que recibieron es mejor que la recibida en la actualidad por sus nietos. Y como parte del éxito de de la educación trujillista los dominicanos, en sentido general, se creen blancos y pretenden esconder el negro africano en explesiones sutiles como las de ser “indio claro” o “indio oscuro” en función de su mayor o menor claridad de la piel.
En los años siguientes a la dictadura el país ha tenido relativo éxito en la ampliación en las oportunidades de acceso a la escuela básica. No así en la retención de los alumnos más allá del quinto grado de básica. Por ello de cada cien que ingresan al sistema educativo, sólo 53 cruzan esa barrera. Y en donde hemos fracasado casi totalmente es en ofrecer a las nuevas generaciones una educación de calidad. Prueba de lo cual son los resultados que alcanzan nuestros niños en las evaluaciones nacionales e internacionales.
El presente gobierno no es el único culpable por el deterioro del sistema educativo nacional. En verdad todos los que han ejercido algún tipo de responsabilidad en la gestión de la cosa pública tienen su cuota en los bajos resultados de la educación pública. Sobre todo, aquellos que han tenido que ver con el financiamiento del sistema educativo del país, que es uno de los más bajos de América Latina y el Caribe. El consenso que se logró en los noventa sobre la necesidad de destinar al sector educativo el 4% del PIB, no ha sido respetado por ninguno de los gobiernos y se ha justificado este hecho en la excusa de la falta de recursos ante la necesidad de satisfacer los requerimientos de la deuda externa. Sin embargo, hechos como la construcción del Metro de Santo Domingo o de muchas de nuestras presas con recursos propios indican que el país tiene recursos, pero que la educación no forma parte de las prioridades reales de los gobernantes, lo cual es un error lamentable en la definición de las políticas públicas.
Los países que han logrado el desarrollo en los últimos lustros han invertido en la educación, han elaborado planes de largo plazo y han destinado los recursos para su financiamiento. Para estos países formar a sus ciudadanos, garantizarles una educación de calidad para todos, ha sido el norte. Ellos apostaron a que mejorando la calidad de la formación de la población se podría alcanzar una mayor competitividad y una mayor productividad en sus cultivos y creaciones tecnológicas. y, por ende, más bienenstar y felicidad para sus respectivos pueblos. El ejemplo de estos países debe servir de norte para nuestros gobernantes. Si queremos una sociedad más educada y culta, hay que priorizar la educación como unica garantía para mejorar las condiciones de vida de los dominicanos.
Y, obvio, para que nuestras discusiones y debates sean de mayor calidad.
Reyna Hiraldo Says:
abril 14th, 2008 at 9:56 amVisit Reyna Hiraldo
“Si queremos una sociedad más educada y culta, hay que priorizar la educación como única garantía para mejorar las condiciones de vida de los dominicano”, Parto de este párrafo para opinar porque entiendo que naturalmente el desarrollo de nuestra sociedad va ligado a la calidad de la educación que reciba la misma.
Sin embargo es natural que se hable de una “crisis de pensamiento”, si en su gran mayoría nos hemos limitados a asumir de manera conforme todas las políticas que se les ha ocurrido a los gobiernos y sus allegados. Para nadie es un secreto que la educación nunca ha sido prioridad para nuestros gobernantes, y por más aportes que se hayan hecho en relación al acceso y equidad de la misma, estos aportes no se han planteado equitativamente en relación a la calidad.
Por otro lado, entiendo que el grado académico muy poco tenga que ver con lo permisivo que hemos logrado ser en cuanto a las políticas de gobiernos de nuestro país, ya que las mismas afectan de forma general a ricos y pobres, conocedores e ignorantes, letrados e iletrados, etc.
Que el presidente de gobierno plantee que “no era necesario participar en un debate público con los demás candidatos a la presidencia de la república” es normal; ya que a lo largo de la historia los dominicanos nos hemos conformados con dejar que los candidatos hagan lo que quieren, utilizando como pretextos buenas expresiones y la política internacional, y obvio beneficios abusivos que favorezcan a los miembros de su partido.
La arrogancia gubernativa en que vivimos en la actualidad, hace muchas veces que nos replanteemos la necesidad de apoyar o no la candidatura de un partido X, ya que si bien es cierto que debemos ejercer los derechos democráticos que nos corresponden, también es cierto que la confianza en las políticas y los candidatos se ha perdido, y es por esta razón que actualmente solemos decir “yo voto por el cambio”, no por el partido y mucho menos por los políticos… Esta reacción puede ayudar a nuestra democracia o puede afectarla haciendo que la ciudadanía caiga en un letargo y sólo deje que se haga y nada más.
La democracia participativa que han incorporado gobiernos internacionales con mucho éxito; en la actualidad no tiene cabida en nuestro país, ya que en el gobierno no se permite más participación que la de los miembros del partido y sus aliados, asumiendo estos que el país le corresponde conjuntamente con todos sus ciudadanos/as; y que pueden opinar y decidir por ellos, ya que sus opiniones y propuestas no son lo suficientemente buenas para ser consideradas.
¡Hasta donde podrá llegar el ego político!
Reyna.